Anotacion en un blog de un atleta

viernes, 2 de octubre de 2009

Chamorga - Tafada - Roque Bermejo


El domingo pasado volvimos a intentar coger el ritmo a la vida.

Decididos a ser un poco aventureros empezamos por una ruta sencilla y bonita por los paisajes que ibamos descubriendo al caminar. Eso si, decidimos hacerla mas humana y llena del valor del compañerismo y el compartir. Olvide (olvidamos) la comida en el coche por lo que tuvimos que compartir el sustento del dia de dos personas entre cuatro. Pero mirando el lado positivo sucedio ese momento de fraternidad y de compañerismo como dije anteriormente.

La ruta que hicimos fue salir de Chamorga, llegar a Tafada, bajar al faro de Bermejo y terminar en el muelle de Roque Bermejo.


Al grano, salimos 4 caminantes desde la villa rumbo a Anaga.

Desde primeras horas de la mañana las cabezas estaba en el aire: que si mvl roto, que si olvidamos las explicaciones en casa, que si las curvas... bueno bueno... un jaleo.

Al llegar a Chamorga aparcamos el coche al final del camino, sacamos todo del coche (menos lo mas importante: la comida) y pusimos rumbo a Tafada.

Allí pudimos ver un pequeño caserío en ruinas y sacar algunas fotos muy bonitas.

Tras esto bajamos por un sendero y a mano izquierda ibamos dejando los roques de Anaga.

¡Preciosos! Unas vistas encantadoras y un lugar encantador: paz, tranquilidad, naturaleza... mil maravillas.


Bajando por este sendero llegas al Faro de Bermejo. Ya mecanizado y protegido por vallas pero que en su día a muchos guió como faro que fue. Ese gran instrunmento para los marineros de los grandes océanos y mares pequeños.

Siguiendo el camino entras en el cauce del barranco y te encuentras con una ermita en ruinas y las primeras casas del poblado.

Una sensación de lejanía de un mundo civilizado. Allí donde las vias de comunicacion son escasas y donde los recursos no estan al alcance de la mano con relativa facilidad. En ese caserío de pescadores sobreviven felices con su muelle y sus cosechas en el cauce del barranco. Maravilloso.

Al llegar abajo, la agradable sorpresa de que no tienes comida. Nos apañamos e intentamos disfrutar el día lo mejor posible. Chapuzón por aquí, investigación por allá, fotos a esto, a lo otro...

Y llego el magnífico momento de volver. 3,2 km en ascensión pura y dura. Sacrificio, sudor, cansancio... HAMBRE y SED se adueñaron de nuestros cuerpos. Al final conseguimos llegar y poder comernos el mejor bocadillo de tortilla jamás comido (eso pareció).

Resumiendo: Ruta por Anaga. Día muy guapo. Compañía muy buena. Experiencia inolvidables.